Este es un texto que concursa en “Relatos eróticos breves”. Si quieren participar, aquí tienen las bases. Y si desean ver todos los relatos que concursan, solo tienen que hacer click en la categoría “Concurso de relatos eróticos” que se encuentra en la banda de la derecha, en el apartado “Categorías”.
JOLLY ROGER
El rumor de las olas rompiendo contra el acantilado era la música que acompañaba sus sueños. Por la ventana entreabierta, una leve brisa
acariciaba su cuerpo tendido sobre el lecho en el que reposaba su soledad. Allí donde día tras día ahogaba velados deseos, brasas candentes pidiendo ser apagadas, mil ilusiones y palabras de amor revoloteando confusas alrededor de su consciencia. Y se retorcía de placer amándose entre la suavidad de las sábanas, y gozaba fugazmente, y lloraba después con amargura, porque no eran otras manos las que le aliviaban, porque sus labios se secaban al besar el aire, porque sus pechos suplicaban caricias, y su sexo el calor de la noche.
Entre la abertura que dejaban los visillos del ventanal, nunca se percató de la silenciosa sombra masculina que día tras día la observaba durante horas, cautivados sus oídos con los delicados suspiros que profería, y que a él se le antojaban ardientes plegarias. Esa noche quiso mirarla más de cerca, escuchar su respiración, disfrutar de la hermosura de ese cuerpo desnudo, esos muslos torneados, esos pechos relajados, turgentes, que la claridad de la luna mostraba en todo su esplendor. Con sigilo, se introdujo en la alcoba, a escasos metros de ella; clavó la mirada en sus cabellos, y no pudo reprimir la apremiante necesidad de acariciarlos. Al hacerlo, ella de pronto despertó alarmada, sin apenas tiempo para reaccionar. Con la agilidad vertiginosa de un felino, la sombra se abalanzó sobre su presa tapándole la boca con delicadeza para evitar que gritara. Asombrada aún, notó sin embargo que no corría ningún peligro, ignoraba el motivo, pero de alguna manera, presentía que se iba a ver envuelta en algo muy intenso, impensable. Una voz interior le animaba a vencer el miedo, relajar sus músculos, y dejarse llevar por la fuerte atracción que incomprensiblemente le producía la situación. A continuación, el intruso le vendó los ojos, la tomó en brazos tras envolverla en la sábana, y se la llevó consigo en dirección al acantilado, desapareciendo ambos a través de una espesa bruma que súbitamente lo envolvió todo. Aunque el pañuelo negro que tapaba sus ojos le impedía saber el lugar en el que se encontraba, su olfato podía percibir un intenso olor a madera enmohecida, e instantes después, notó como la depositaba delicadamente sobre una mullida cama. Su corazón palpitaba desbocado, deseaba fervientemente que ese hombre desconocido la poseyera, la dominara a su antojo hasta convertirla en su juguete. Por eso no opuso resistencia alguna cuando ató sus muñecas a la cabecera de la cama, ni tampoco cuando separó bruscamente sus muslos y palpó el húmedo ardor de su vagina, no pudiendo evitar que un ahogado gemido escapara de su garganta. Después, él se llevó la mano a la boca, y tras lamerse la palma con la voracidad de un lobo hambriento, se despojó del pantalón sin dejar de mirarla.
Totalmente abstraído, acarició sus pezones erguidos con la punta del pene, para seguir hasta su cuello, sus mejillas, pasando con lentitud su glande ardiendo por la comisura de los labios de esa mujer que intentaba en vano retorcerse, aferrar con sus manos ese sexo poderoso, y devorarlo con la fuerza de su alma.
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