MI SEGUNDO AMOR por Marie Curie (Relato erótico Nº17)

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MI SEGUNDO AMOR

Parecía una divinidad, desnudo, rodeado de sábanas blancas, con su barba de 2 días, sonriendo a medias e iluminándolo todo.
Regresaba del baño corriendo y desnuda, con esos ojazos negros me recorrió  toda y exclamó:
“ ¡Oh bella mi hembra!”- palmeando la cama, invitándome a acostarme.
Lo hice y busqué sumisa su cobijo.  ¡Cuánto lo había extrañado!
Puso una mano debajo de su cabeza y la otra en mi hombro, en un gesto de complacencia posesiva típicamente masculina.
Recién, como animales hambrientos, nos habíamos arrasado. Ahora era el momento de las palabras, tiempo que también disfrutábamos.
Él regresaba de esos viajes navales. Ya había superado la etapa de sentirme ofendida cuando al regresar de algún viaje me encerraba sin reparo en su apartamento-después salimos-decía, desesperado por  tenerme.
Después de hacer el amor, saciada temporalmente su urgencia por poseerme, por fin era el hombre galante del cual me había enamorado, a pesar de mi misma, faltando al juramento de no volver a hacerlo.
Nos conocimos un carnaval. Esa noche sin igual vimos claro que estábamos destinados a vivir algo. Ni antes, ni después, volvió a ocurrirme eso. Conectarme en segundos a un hombre, como si nos conociéramos de siempre. Esa misma noche recorrimos la ciudad agarrados de la mano, embrujados por el reggae. Ese primer beso lo atesoro en mi memoria, suave, apenas un roce ligero de nuestras lenguas pero una sacudida violenta a mi alma.
Atractivo, masculino, con su uniforme blanco, mujeres (y hombres) volteaban a ver, pero era mío. Pocos años mayor que yo, pero con mucho más bagaje. De charla interesante, humor inteligente y espíritu decidido. Se gradúo de naval “de mis huevos”-decía. Sin muchos recursos, con una beca exigua; de la alimentación y la vida social se hizo el recorte. La determinación hizo el resto.
“Flaca” -me bautizó la misma noche que nos conocimos.
Esa tierna mirada contrastando con su rostro varonil,  domaba a la joven leona que era yo en esos tiempos.
Vivía solo en la parte antigua de la ciudad en un apartamento heredado de su padre que aún es un pintor reconocido. Lo mantenía muy ordenado, raro para ser hombre. No tanto cuando se sabía su formación militar.
Allí estábamos. Yo acostada, besando tiernamente su pecho:
-¿Cómoda?-preguntó enamorado.
Vaya que lo estaba, no había en la Tierra otro lugar donde estuviera mejor que allí en sus brazos. Me enrosqué en él mimosa como una gata; él me recibió amoroso. Hablamos por horas, de su viaje, de mis estudios, de nosotros.
Lo quería. Admito la intensa atracción sexual que sentía por él. Delgado, trigueño y fuerte. Un hombre cubierto de vellos (como lo estaba él) es para mí un poderoso imán sexual. Apenas si podía controlarme, desesperada porque llegara el momento de poder enredarme en su piel. No fue fácil que él se dejara, por instinto siempre quería tomar el control y buscaba cuanto antes penetrar.
En mi mente pensaba:
-“Así no es el asunto”-
Algo le dejé, de mí aprendió a disfrutar más calmado.
“Cierra los ojos”  pedí.
Obedeció.


No sólo acariciarlo era un deleite, contemplarlo así también lo era. Entregado, esperando por mí (alargaba adrede y él se desesperaba). Verlo transformarse en un potro excitado era un potente estímulo. De reojo vi su pene adormecido, parecía inofensivo, pero no debía comer cuentos, ya lo había sentido. En plenitud esa torre me hacía pensar que podía traspasarme. Muchas veces en coito anegado, excitada le exigí:
“Rómpeme toda”.
Pero esa noche quería hacerle el amor.
-“Date la vuelta”-.
Acató. Su chica estaba a cargo.
Quería saborearlo, revolcarme en él, lamer su cuerpo, envolverme en sus vellos hasta quedar rendida. Dejé caer mi cuerpo sobre él. Se acomodó dócil. Con las yemas de los dedos gocé su espalda, al acercarme a su culo, se movió.
“Ya sé”-dije.
No le gustaba el escarceo en el culo; territorio prohibido. Me quedé por siempre con ganas de morder sus nalgas y sentir en mis labios esos vellos que tan sensuales lucían. Fácil, pero muy fácil, hubiera podido hundir mi cara en la raja y lamer la parte rosadita, nunca me dejó, pero el resto entero fue mío. Acerqué mis senos a su espalda y se los restregué suavemente. Hice que se volteara y sobé su pecho, muy cerca de su oído exhalé mi aliento, al sentir el calor de su hembra…suspiró. Bebí golosa ese primer gemido. Reuní saliva en la punta de mi lengua y la revolví en su oído por largo rato, se derritió al contacto, se sacudió impaciente y trató de atraerme hacia él.
Sensualmente le pregunté:
“¿De quién eres?”-
No contestó. Quiso tomar el control y trato de voltearse pero se lo impedí con el peso de mi cuerpo. Mi mano se enredaba con los vellos de su vientre, me alcanzó el mástil; pero hábilmente sólo rocé. Más allá de eso, no se controlaría y me tomaría sin más y no quería eso (esa vez).  Hice que se volteara del todo, me ubiqué a horcajadas en su vientre y empecé a frotarme contra sus vellos, ¡qué sensación! Él mismo me tomaba por la cintura y me movía, se levantó para mamar suavemente mis senos, (que era eso, ¿hormigas en mi piel?…¡ahh qué mierda!), mojé todo su pecho y el olor a mujer en celo inundó el cuarto, él miraba arrobado como yo sin tapujos ni tonterías buscaba mi placer restregándome contra su cuerpo. No aguanté más, quería sentirlo. Ubiqué su verga erecta, rocé con mi vagina húmeda e hinchada su cabeza, ahí me detuve, en círculos sobre él sentí ese glande inmenso, fui hundiéndome en el poste, apoyada en su pecho con mi cabeza baja, saboreando la entrada, mis cabellos rozando su piel, los labios vaginales se plegaron al tronco, estaba todo dentro de mi, calzada hasta la empuñadura con los labios hinchados, mojados, distendidos al alojar a mi huésped, me invadió el placer, no supe más y me entregué.
Él exigió:
-Enderézate, mami, déjame verte-
Lo hice, me detuve sentada sobre él para gozar la sensación de llenura, mmm… ¡qué calor!…subí y bajé lentamente. El fuego impuso otro ritmo, nada me importaba, sólo el gusto del madero. Mi vagina aleteó en su tronco, contraje el útero y mi hombre se transformó en un toro que quería darme más. Me levantó un poco y debajo de mi empujó con fuerza, la dureza de su verga me transportó allí donde sólo somos sentidos, clavada hasta la base casi no podía moverme y lo dejé a él, sentía sus manos hundidas en mi cintura; escuchábamos el cloc cloc de la húmeda penetración, él miraba extasiado la verga en su cueva que exudaba  placer, me eché hacia atrás  al sentir las contracciones en la vagina…¡qué placer!…tremendo macho, pero él no había eyaculado y siguió y siguió embistiendo. Apenas lo podía creer, al continuar la estimulación sentí nuevamente la sofocación, me moví como pude (desmadejada ya no atinaba a nada), ahhh… ese otro orgasmo me paralizó; sólo se movían involuntariamente mis caderas. Pocas veces me había pasado eso. Lo desmonté, él abrió sus abrazos y me dejé caer, fundidos en un  abrazo angustiado, sentí en mi cara la vellosidad de su pecho, su aroma…ohhh así sudado era más hombre que nunca.
Dos cuerpos complacidos ahora eran uno. Nuestra respiración acelerada refrendó todo. No me dejó apartarme mucho, me puso boca arriba y dejó caer su cara entre mis senos…abandonado. Era mío. La frialdad de su cuerpo imploraba mi calor, lo acuné con el profundo cariño que le tenía; mi hombre me necesitaba, parecía un animal herido.
Ahora que él es un recuerdo no olvido las noches en ese apartamento disfrutando de mi segundo gran amor. Más grande y liberada, no disimulaba mis ganas de tenerlo y complacerme en él. Me hizo de todo, con todo y de todas las formas.
¿Eres o no eres mi mujer?- excitado-taladrándome-chorreando sudor- preguntaba.
Me hacía sentirme de él, que le pertenecía, que él también era mío. Con 22 años, enamorada, saciada sexualmente. Mil veces suya, claro que sí.
También recuerdo lo que sufrí cuando constaté que como buen marino en todo puerto un amor y él…además un hijo.
Volví a reunir todo y terminé con él dispuesta a afrontar el  terrible sufrimiento…otra vez. No dejó nunca de dolerme que no moviera un dedo para impedirlo. Ahora sé que él estaba consciente que no cambiaría. Que dicha que lo vi claro; sería ahora otra mujer con un hijo de él.
Pero nada borra cuanto lo amé:
Cuando escucho reggae, lo recuerdo.
Los lunes de carnaval, pienso en él.
Hace 20 años que no visito la parte vieja de la ciudad.
No conservo una foto, una carta, nada de él; no hace falta.
Endiablado hombre de veras te amé, con tu sonrisa traviesa, tu cuerpo de ébano, tu corazón forjado que nunca fundí. ¿O sí ?
¿Pensarás alguna vez en mí?.

8 respuestas to “MI SEGUNDO AMOR por Marie Curie (Relato erótico Nº17)”

  1. Que tal relato, me ha gustado cantidad. Se siente muy real, la autora logra que una se vincule a la historia, el sexo se describe abierto sin caer en el mal gusto, sinceramente me hizo palpitar . La parte emocional de la historia tambien logra manejarla bien, me gusto el final, felicdades a la autora

  2. Frankie Ruiz Says:

    Narra la pasión sexual y amorosa realista y fina…bien

  3. Frankie Ruiz Says:

    Narra la pasión sexual y amoroso en forma realista y fina…bien

  4. Narra fina la pasión de 2 amantes y su relajación posterior …muy bueno

  5. Eumelia Says:

    Me quedo con la forma en que describe la pasión emocional por el hombre…me hizo recordar las cosquillas en mi caso de mi primer amor

  6. Estrella Says:

    Con ese tremeno macho en la enytrda un buen abreboca para lo demás también me gustan los machos peludos…bien escrito lo ke mas me gusto fue la descripcion del sex un poco largo todo el texto solamente pero bien

  7. Exelente historia, narra el enlace de la pasion y el amor como nunca antes, mostro la parte docil y brava de un hombre, la ternura y la saciedad de una mujer, jeje, me senti como el actor principal, ya que soy tambien velludo y bien fogoso.

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